Bitácora España e Italia 2016

23 de febrero 2016

Es divertido ver como todo el mundo hace fila para quién sabe que, los asientos son numerados y van llamando de a poco. Nos quejamos de todas las rutinarias filas que hacemos durante el año y cuando nos vamos de vacaciones hacemos una al pedo sólo por costumbre.

El avión es increíble. Pantallita para ver películas, aunque no vi ninguna porque están todas en inglés, tienen mil opciones de subtítulos pero ninguna en español. Hasta el arameo es prioridad al castellano, algo estamos haciendo mal los latinos. Y algo estoy haciendo mal yo que a esta altura del partido no se inglés: nota al pie para mi regreso. Me costó armar la frase para pedirle agua a la azafata.

Por todos lados dice prohibido fumar. Hacen especial hincapié en el baño en donde es sabido que la gente cree que ocultan su vicio yendo allí, y se olvidan que estamos en una cápsula hermética: el humo no tiene propiedades divinas. A pesar de ello, mi primera sorpresa fue encontrar un cenicero incrustado en la pared del toilet, con indicaciones para que allí se arrojen las cenizas. Las prohibiciones son relativas en todo el mundo, el cartel debería decir: «sabemos que no se puede fumar, pero también sabemos que sos un pelotudo así que por las dudas tirá la ceniza acá». Me alegra un poco saber que la idiosincrasia argentina no es la única que hace agua: el burdo consuelo chauvinista de saber que los demás también aportan a la estadística de la pelotudez mundial.

El viaje es eterno, la comida medio pelo pero estaba bien para la situación, lo que quizá no estaba bien para la situación era el llanto de niños alrededor. Igual era algo esperable así que no me jodió tanto, supongo que yo también fui niño. ¿quién determina que la infancia de un niño es menos importante que mi bienestar auditivo?

Me dieron una habitación en Estambul en un hotel de lujo para esperar unas horas el trasbordo. Los turcos de aduana me cayeron bien, mejor que los españoles de la misma función.

24 de febrero/25 de febrero  2016

Cuando estuve frente al Guernica me pasaron dos cosas. El impacto que me produjo estar ante la obra más importante del arte contemporáneo (supongo que hice lo típico de contemplar los trazos, los detalles, pensar en mi tocayo con su pincel sobre ese enorme muro, la cantidad de veces que uno vio ese cuadro reproducido por ahí, y de repente estar ante el original, una maravilla); y por otro lado lo celosos que son los españoles con esa obra en particular. Por una cuestión de derechos es la única sala a la que no se le pueden tomar fotografías. Cuatro personas vigilando los disparos cuál frente de batalla. Intuyo que los asiáticos son los guerreros más obstinados. Daba la sensación que en cuanto sacará una foto iban a bajar unos vestidos de amarillo al grito de «3312! Tenemos un 3312!» Y acto seguido me iban a desnudar y descontaminar.

Madrid es una hermosa ciudad. No tuve mucha suerte en cuanto al trato de la gente, salvo los dueños del hostel y algún que otro, en general fueron bastante parcos. Naturalmente no voy a hacer una generalidad en base a los pocos días que estuve, sólo pienso que no tuve suerte.

Fui un turista Standard y no por ello menos feliz: visité la Plaza Mayor, el Parque del Retiro (y su hermoso Palacio de Cristal), la Cibeles, la zona del Prado, el inmenso Palacio Real; Morfé lo que había que morfar y corroboré la fama gastronómica del ibérico país.

Quise hacerme el original y tomé un metro al azar para ver a dónde me llevaba. Había estado tocando la guitarra en el parque del retiro y me proponía tocar en el metro como alguna vez pensé. Me tomé dos cañas y cuando estaba allí, no me animé. Siempre imaginé que cuando esté en otra ciudad tocaría como si nada en frente a desconocidos, pero estando por primera vez en la situación, no me salió. Soy todas las historias que no fui. Quizá con el correr del viaje cambie mi parecer.

La originalidad dio cierto resultado, me bajé en la estación Buenos Aires por simple y boluda familiaridad y terminé en el estadio de Vallecas. Como bien me dijo un transeúnte: «el del Rayo», como me podría haber dicho «el del arse». Al fútbol se lo trata como un amigo en todas partes del mundo.

Me sorprendió ver gente pidiendo y durmiendo por la calle, la policía corriendo a un ladrón o advirtiendo a una asiática que no haga venta ambulante, mientras en la otra cuadra las prostitutas de paseaban como si nada. La noche de Madrid es la noche de las grandes ciudades y por momentos parecía que estaba en un Once más pintoresco.

26 de febrero  2016

Ir a Toledo es viajar en el tiempo. La ciudad medieval declarada patrimonio de la humanidad con edificios del siglo X puede tranquilamente ser alguno de los siete reinos de Game of Thrones. Da la sensación de que en cualquier esquina te podes cruzar con un Lannister. Me sumergí en las laberínticas calles llenas de iglesias, mezquitas, concilios, catedrales y no se puede creer que la gente viva allí. Ver a un escolar entrando como si nada a su casa abriendo una enorme puerta de hierro es una locura. Cada detalle es increíble. Por más que tengas un mapa en la mano te perdés. En un momento parecía que avanzaba hacia un lugar y de repente había vuelto al mismo. Como en la película Laberinto, pensé que iba a aparecer David Bowie con su ochentosa melena a cantarme una canción para que me pierda o alguna extraña criatura a ofrecerme un acertijo. A decir verdad no hubiera estado mal que aparezca Jennifer Connelly. Saqué algunas fotos, pero no demasiadas, preferí disfrutar a pleno el lugar y dejar que Google Street view me ahorre el proceso.

Por la noche me encontré con Samuel Leví, el gallego que vivió en Buenos Aires dos años y compartimos más de un escenario. Fue muy grato verlo y que me reciba con entusiasmo. Justo estaba en un encuentro de artistas multidisciplinarios españoles que estuvieron en Italia. El es de Vigo y por  pura casualidad estaba en Madrid justo la noche anterior a que yo partía de la ciudad exponiendo su obra a 50 metros de mi hostel, situación digna de festejar por lo que nos fuimos a cenar y tomar una cerveza con sus amigos.

27 de febrero  2016

Llegué a Barcelona en un tren de alta velocidad, de esos que provocan las típicas reacciones de los turistas tercermundistas: lo que nos falta como país para tener una red ferroviaria de esa calidad.

Barcelona es otra cosa. Barcelona no es España. No sólo por la cuestión independentista que se vive más en los pueblos aledaños sino más bien por su carácter cosmopolita, Barcelona es capital de mundo. Madrid es un señor de traje y corbata que va a la oficina muy prolijo y cumplidor. Barcelona es un gringo fumando faso y hablando seis idiomas.

Ni bien me acomodé en mi internacional hostel (seis pisos de camas, alemanes, mesa de pool, bar, decoración cool y promociones por todos lados), me vinieron a buscar para el primer gran city Tour: me fui de tapas con mi querida amiga del primario/secundario Jesy y su marido Jordi, conocedor como pocos del turismo gastronómico de la península. Arrancamos a las seis de la tarde, terminamos a la una de la mañana y cenamos cuatro veces en diferentes lugares de El Born, un pintoresco barrio barcelonés. Comí en siete horas lo que no comí en siete años. Tienen bien ganada la fama de que en España se come como en ningún lado.

28 de febrero  2016

Supongo que nunca voy a olvidar que un 28 de febrero de 2016 vi al mejor equipo de la historia del fútbol, en el mejor momento de su historia, en su estadio, con un gol y una asistencia del inhumano de Messi. El clima que se vive afuera es el de ir a un recital multitudinario de esas bandas que tienen mucha convocatoria y poco disturbio. Ir a ver al Barça es ir a ver a Coldplay o a U2 pero con gringos, asiáticos y latinoamericanos.

Grabé con mi celular a la hinchada catalana gritar «que malo eres, árbitro que malo eres» al ritmo de guantanamera. Los observaba con la soberbia argentina de lo ridículo que sonaba eso y de saber que somos los mejores en el arte de inventar canciones de fútbol. Escuché a varios argentinos luego riéndose y comentando la poca creatividad de un estadio mientras pensaba en el panadero y su gas pimienta y lo mucho que preferiría que en los estadios argentinos se canten boludeces pero que  en el césped se juegue la mitad del fútbol que vi esa tarde y que en las afueras haya el triple de «quilombo» que vi esa tarde. Me contarían luego que sólo hay «disturbios» cuando vienen los ingleses a emborracharse con la excusa de la Champions.

Messi camina todo el tiempo, debe ser el futbolista que termina con menos kilómetros recorridos en el Barça , lo ves en la cancha como a un niño que se acopló a un grupo de adultos a los que le faltaba uno para el picado, pero en realidad es el Chita que esperó el momento adecuado para atacar a la gacela y que no se le escape, ni el animal ni su energía. Nunca vi a un ser transformándose de tal manera. Estaba al lado del arco cuándo vi la pelota clavarse en un ángulo en el tiro libre de Leo, ni lo grité, ni me moví de mi lugar. Estaba de brazos cruzados, sólo atiné a mover la cabeza hacia los lados diciendo que no, a morder mis labios y ver con mis pupilas vidriosas como se abrazaban esos monstruos mientras marchaban al centro del campo. Después Messi volvió a agachar la cabeza y a convertirse en el niño del picado de adultos.

29 de febrero  2016

Free walking Tour por Barcelona: barrio gótico, catedrales, arco del triunfo, plazas centrales, detalles de Gaudí por la ciudad. Un simpático guía coruñés era una metralleta de datos históricos y de color. Comentó con supuesta imparcialidad el conflicto Catalunya/España y el cambio radical de la ciudad a partir que 1986 el Comité Olímpico Internacional decidió que Barcelona sea la organizadora de lo que luego serían recordadas como las mejores Olimpiadas de la historia. Fue divertido el dato de color de que tuvieron que ir a buscar preservativos a otras ciudades porque se habían terminado por exceso de demanda. Supongo que a partir de esa Olimpiada la ciudad catalana fue capital de la joda.

Luego del city Tour completé el álbum de postales yendo al Parc Güell y a la Sagrada Familia. Existen diferentes corrientes arquitectónicas, gótico, neogótico, clásico, neoclásico y otras tantas que no tengo idea, pero Gaudí es Gaudí. Luego supongo que algún rotulador se le ocurrió ponerle modernismo.

Barcelona es un pintura del Renacimiento a la que dos  niños revoltosos, uno con un crayón y otro con plastilina, se les ocurrió intervenir: Barcelona son Picasso y Gaudí.

1 de marzo  2016

Paseo por Barceloneta, un hermoso día y a pesar del frío me metí en el Mediterráneo.

2 de marzo  2016

Conocí a Rodrigo por couchsurfing, intercambiamos pocos mensajes y cuando llegué a su departamento me dio la llave de su casa para que me maneje con libertad. Me sorprende lo amable y desinteresada que puede ser la gente. Deje el equipaje en su casa y me fui a guitarrear a sagrada familia. Algunos gringos me dejaron unos euros.

Por la noche picada y ping pong con Jesy y Jordi y su increíble hospitalidad.

3 de marzo  2016

Fuimos a Girona en auto en el día. Un lugar precioso, también salido del medioevo. Un café sobre el río, un paseo por los castillos, una asamblea estudiantil, banderas separatistas por doquier, una bocata en la ruta y vuelta a Barcelona a coordinar el show de la noche.

Toque en un pequeño bar en el barrio Poble Sec. El bar tenía una argentina de dueña, un ecuatoriano de mesero, un chileno de organizador y alemanes, colombianos y españoles de habitué. Me atendieron diez puntos, la dueña llevaba 29 años viviendo en Barcelona y más de 40 odiando a los argentinos. Sus palabras fueron tajantes: «los argentinos pueden ser lo mejor y lo peor», me dijo la marplatense con el acento intacto.

En el bar pasaban música Argentina y vendían empanadas y fernet. Fue todo muy cálido y mi performance estuvo más que bien. Me sentí cómodo y por momentos había un hermoso clima de atención. Fue linda la experiencia de tocar mis canciones en el barrio donde creció un tal Joan Manuel Serrat.

4 de marzo

Ya me movía por Barcelona con naturalidad. Fuimos con Jesy al Monc Juic, recorrí la Vila olímpica y fui al castillo que está allí desde donde se ve toda la ciudad. Una belleza. Por la noche pizza y ping pong con Jesy y Jordi y una divertida pareja de un uruguayo y una catalana. Ambos eran capos en tenis y paddle (estaban bien ranqueados en Cataluña) por lo que no metí un punto en toda la noche.

5 de marzo

El sábado Jordi se mandó una exquisita paella y Jesy me llevó al aeropuerto. Todo Fue como si no hubieran pasado más de 15 años.

En el aeropuerto de Barcelona apareció mi condición de turista novato en todo su esplendor, una serie de malas decisiones que se reiterarían con el correr de los días. Compré un pasaje barato Barcelona/Roma y fui con mi valijota de 20 kg y mi flamante guitarra acústica comprada en Madrid a tomar uno de esos tan famosos vuelos low cost ignorando por completo que debía pagar un extra por ello. El extra resultó superior al costo del boleto y a una cena completa para toda la tripulación.

Con mi argentinidad por el suelo me fui con una rabieta bárbara al país de la bota y puteando a diestra y siniestra el funcionamiento de estas aerolíneas. Ya no me parecía tan linda la sagrada familia, el Coliseo seguro no era para tanto y Messi no era la gran cosa. Naturalmente la calentura se me pasó una vez arribado a Roma.

6 marzo

El resto de las ciudades del mundo son un genérico, la original es Roma. Llegué por la noche a la ciudad imperial y pase toda la madrugada que tenía que hacer una conexión con Arezzo. Tenía como ocho horas entre el arribo del avión y mi tren de la mañana. No pensaba pagar un hotel de 50 euros cerca de termini por lo que vi con buenos ojos ser un homeless vip en esas horas. Agarré un mapa y vi que estaba a pocas cuadras del monumento más importante de la historia de la humanidad así que poco me importó cargar los kilos de mochila, valija y guitarra por la pequeña ciudad.

No sé qué le pasa a la gente cuando ve por primera vez el Coliseo. Recordé la anécdota de Lucas prendiéndose un pucho y mirando de reojo. Mi caso fue mapa en mano y la soledad de la madrugada. Me estremeció. Lo vi a las 3am, estábamos sólo él y yo, dos mil y pico de años de historia contra treinta y dos. Tantas fotos que vi, tantos cuadros, tantas películas, las veces que lo dibujé, y de repente él ahí mundano, real, imponente, en contexto. Me quedé a hacerle compañía y le toqué unas cuantas canciones. Después volví, me tomé unos cuantos cafés y tomé mi tren a Arezzo.